Tarde taurina en el barrio Teodoro de La Vall d'Uixó con un astado de Gállego
Autor: torodigital -
Este jueves 11 de septiembre de 2025 se bajaba el telón de los festejos taurinos en el barrio Teodoro de La Vall d'Uixó, donde la peña No mos guanyaran asumía el protagonismo de la última tarde. Con la expectación propia del cierre de ciclo, los aficionados se congregaban en torno al amplio recinto, aguardando el momento en que el toro de la ganadería Javier Gállego hiciera acto de presencia. El animal, de buena lámina pero escasa transmisión, salió al ruedo con una actitud errática, más atento al entorno que a los cites de los mozos. Recorrió sin rumbo claro las extensas calles del barrio, ignorando los toques y provocaciones, como si el bullicio humano no fuera con él. Su andar pausado y su mirada ausente desconcertaron a los más veteranos, que esperaban una embestida con raza, una chispa que encendiera la emoción. En uno de los tramos más amplios del recorrido, el toro se detuvo, aceptando algunos cites sin entrega, sin ese punto de bravura que convierte la lidia en arte. Su comportamiento frío y su falta de acometividad marcaron una faena deslucida, donde los intentos de los mozos por sacar partido se estrellaban contra la indiferencia del burel. Finalmente, el astado se quedó parado en mitad de la calle, como si el tiempo se hubiera detenido, cerrando así una lidia sin historia, sin emoción, sin alma.

Este jueves 11 de septiembre de 2025 se bajaba el telón de los festejos taurinos en el barrio Teodoro de La Vall d'Uixó, donde la peña No mos guanyaran asumía el protagonismo de la última tarde. Con la expectación propia del cierre de ciclo, los aficionados se congregaban en torno al amplio recinto, aguardando el momento en que el toro de la ganadería Javier Gállego hiciera acto de presencia. El animal, de buena lámina pero escasa transmisión, salió al ruedo con una actitud errática, más atento al entorno que a los cites de los mozos. Recorrió sin rumbo claro las extensas calles del barrio, ignorando los toques y provocaciones, como si el bullicio humano no fuera con él. Su andar pausado y su mirada ausente desconcertaron a los más veteranos, que esperaban una embestida con raza, una chispa que encendiera la emoción. En uno de los tramos más amplios del recorrido, el toro se detuvo, aceptando algunos cites sin entrega, sin ese punto de bravura que convierte la lidia en arte. Su comportamiento frío y su falta de acometividad marcaron una faena deslucida, donde los intentos de los mozos por sacar partido se estrellaban contra la indiferencia del burel. Finalmente, el astado se quedó parado en mitad de la calle, como si el tiempo se hubiera detenido, cerrando así una lidia sin historia, sin emoción, sin alma.





