CAMARA SUPERLENTA
Autor: Moisés Rodríguez
Gracias a este fabuloso invento podemos disfrutar cada día de la espectacular belleza de los encierros de San Fermín en Pamplona.
Esas carreras tan ajustadas, esos lances de encierro que solo se producen en Pamplona, esa plasticidad de imagen donde se unen las espaldas de los mozos con los pitones de los toros.
Donde podemos ver con detalle el esfuerzo de los buenos corredores por encontrar su sitio, ese espacio de poco más de dos palmos, con el que todo buen corredor sueña.
Donde podemos ver y disfrutar de la carrera perfecta, esa que todos queremos hacer y que tan pocos pueden lograr.
Donde aprendemos cada mañana de los errores de los demás, o de los nuestros propios si nos encontramos allí, de que los buenos corredores y los mejores, también cometemos errores y que cuando estás en la cara del toro, los errores se pagan con golpes, caídas y cornadas.
Pero sobre todo nos hace disfrutar del encierro de verdad, del que se corre con la manada, en el centro de la calle, donde estamos los de verdad, porque el enfoque de la cámara superlenta hace que desaparezca toda la “comparsa” que ataviados de blanco “chorreado” de sangría, nos acompañan cada día y sobre todo los fines de semana, apelotonados en filas de hasta seis en los lados de la calle, viéndonos pasar a nosotros corriendo junto a los toros, convirtiéndose en meros “espectadores privilegiados” y que no hacen otra cosa más que estorbar y estrechar el trayecto del encierro, poniendo en peligro sus vidas y las nuestras.
Gracias cámara superlenta, por enseñar al mundo entero, lo que en verdad es el encierro.
Texto: Moisés Rodríguez Abad
Esas carreras tan ajustadas, esos lances de encierro que solo se producen en Pamplona, esa plasticidad de imagen donde se unen las espaldas de los mozos con los pitones de los toros.
Donde podemos ver con detalle el esfuerzo de los buenos corredores por encontrar su sitio, ese espacio de poco más de dos palmos, con el que todo buen corredor sueña.
Donde podemos ver y disfrutar de la carrera perfecta, esa que todos queremos hacer y que tan pocos pueden lograr.
Donde aprendemos cada mañana de los errores de los demás, o de los nuestros propios si nos encontramos allí, de que los buenos corredores y los mejores, también cometemos errores y que cuando estás en la cara del toro, los errores se pagan con golpes, caídas y cornadas.
Pero sobre todo nos hace disfrutar del encierro de verdad, del que se corre con la manada, en el centro de la calle, donde estamos los de verdad, porque el enfoque de la cámara superlenta hace que desaparezca toda la “comparsa” que ataviados de blanco “chorreado” de sangría, nos acompañan cada día y sobre todo los fines de semana, apelotonados en filas de hasta seis en los lados de la calle, viéndonos pasar a nosotros corriendo junto a los toros, convirtiéndose en meros “espectadores privilegiados” y que no hacen otra cosa más que estorbar y estrechar el trayecto del encierro, poniendo en peligro sus vidas y las nuestras.
Gracias cámara superlenta, por enseñar al mundo entero, lo que en verdad es el encierro.
Texto: Moisés Rodríguez Abad