Revista La Puntilla del 18 de Junio al 2 de Julio de 2013 - N.º 134

Autor: LA PUNTILLA  
Descárguese la versión en PDF completamente gratis
La educación de un hijo está en manos de sus padres y la única limitación es la que marca la ley y no el capricho de un edil con aires de dictador totalitario. Editorial // Prohibido prohibir // Lo de Utrera no tiene nombre y si lo tiene este no es otro que el de despropósito, o el de caciquismo, o el de inepto para quien todavía no entiende, en pleno siglo XXI,
que la educación de un hijo está en manos de sus padres y la única limitación es la que marca la ley y no el capricho de un edil con aires de dictador totalitario, como esos de “ordeno y mando” y “esto es así porque a mi me da la real gana”. Lamentable. En este país hay alcaldes, pocos afortunadamente, que todavía no se han dado cuenta de que no tienen ningún derecho a prohibir a un padre que inculque a sus hijos los valores que crea más adecuados, siempre que estos se enmarquen dentro los límites de la legalidad vigente y los toros, gracias a Dios, no solo son legales en todas y cada una de sus manifestaciones, es que además son parte fundamental de nuestras tradiciones e incluso uno de nuestros bienes culturales más preciados. La actitud del alcalde de Utrera sería comprensible, que nunca justificable, en zonas donde el soberanismo campa a sus anchas, arrasando contra todo lo que no interesa a sus pretensiones, pero precisamente en la cuna del toro, donde incluso una buena parte de la economía de la zona depende de esta actividad, donde el toro se vive y se respira en cada rincón de esa tierra, no tiene el más mínimo sentido. De lo que se tenía que haber preocupado realmente este señor, es de buscar un gestor adecuado a su plaza, en lugar de fiar su viabilidad a empresarios que han hecho de este coso un erial en el que apenas se cubre medio tendido en las tardes buenas. Este si que es el auténtico problema y no el de que un niño, con seis o siete años, que apenas se entera de lo que pasa a su alrededor, no pueda acompañar a sus padres a un festejo, menos violento que la mayoría de los que diariamente ve en sus videojuegos o en la televisión de su casa. Cuando se prohibe por el mero hecho de prohibir, sin más sentido que hacer demagogia política, no solo se esta perjudicando al ciudadano, no solo se están recortando sus libertades, se está supeditando el bien común al capricho de unos pocos y eso, se mire como se mire, es
una auténtica vergüenza en un país que se supone democrático. Si de verdad queremos luchar  contra estos despropósitos, en nuestra mano está acudir a la plaza con nuestros vástagos, hacerles partícipes de nuestras
tradiciones e inculcarles la magia del mundo del toro. Ir con un crio a los toros no siempre es lo más cómodo, se cansan, no paran de moverse, pero al menos un par de veces al año merece la pena el esfuerzo, porque seguro que muchos, ahora, recuerdan con afecto cuando a ellos les llevaron sus padres. Tampoco estaría de más que desde las empresas se pusieran en marcha iniciativas para atraer al público infantil, desde
espectáculos adecuados a los gustos actuales hasta precios asequibles para estas edades. La mejor forma de luchar contra estas barbaridades es demostrar que los crios pueden ir a la plaza con total normalidad
además de explicar a algún despistado que lo de prohibir es solo para cosas que perjudican a los demás, que no es precisamente este caso.

 

LO MÁS VISTO EL ÚLTIMO MES