Un toro del hierro Espantalobos siembra de emoción el recinto taurino de Almassora

Autor: PATRICIA RODRÍGUEZ
3ª tarde Feria Taurina de Santa Quiteria (Almassora): 'Quite' sin precio. Hablar de dinero es de mala educación. O eso nos han dicho desde pequeños. Pero lo cierto es que el hierro de El Montecillo, que ayer abrió plaza en la tercera jornada de la Feria Taurina de Santa Quiteria, surgió tras el importante trato económico que cerró el ganadero Francisco Medina con la venta de El Ventorrillo, la ganadería puntera que había creado años antes.
Aquel acuerdo pactado con la euforia de la burbuja inmobiliaria le permitió emprender una nueva aventura ganadera con la que ayer debutó en Almassora. No fue el debut soñado. Y es que “Barberito”, sin peros en cuanto a presencia y de pelaje melocotón, vio mermada su lidia por una lesión en los cuartos traseros de la que se resintió desde que José Antonio “El Bicho” lo recibió chaqueta en mano. 10 minutos de rigor fue lo que duró la exhibición del astado en el que habían confiado El Porrat y All i Oli. Tan sólo 600 segundos que no permitieron a los aficionados saborear el afamado producto que elabora Medina en su finca de Toledo.
La suerte, sin embargo, sí sonrió a los componentes de Els Penjats, El Gavell, El Retiro y El Barrilet, la peña del concejal de Fiestas, Arturo Soler, que ayer lucía la característica camiseta azul. Las buenas vibraciones comenzaron a fluir en la plaza Mayor cuando Luis Pachés le dio la cara al de Espantalobos a su salida de chiqueros.
Una sensación que a punto estuvo de esfumarse cuando “Raulillo” se quedó a merced de “Chiringo” tras salir del embroque. No fue el capote del torero Vicente Barrera, que ayer estaba en la Vila, el que hizo el quite que evitó que el rodador fuera presa de los descarados pitones del de Manuel Ángel Millares, el propietario del hierro que presenció la escena desde el cadafal del Ayuntamiento. El capote venía de más arriba.
Con el susto en el cuerpo y en los tendidos, el de procedencia Atanasio Fernández, se fue a La Picaora, donde le ejecutaron tantos quiebros como rodadas, una de ellas con la firma del clásico Gabarri. El ejemplar sembró la emoción que aún no había surgido en el recinto tras su paso por las calles y acabó su lidia entrando a los quiebros con chaqueta que llevan el nombre de Patricio. La tarde se prolongó con la suelta de vaquillas con las que también se oyeron los "¡Ay!" en el Raval, cuando una de las reses empotró a un joven contra la ratera sin mayores consecuencias. Lo vida no tiene precio.

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